He hablado sobre muchas cosas en este espacio: tecnología, negocios, publicidad… pero nunca les he hablado del amor y de la importancia que tiene en nuestras vidas. En particular quiero aprovechar que se acerca el 14 de febrero y empezar a preparar el “meloso” terreno del Internet para esta destacada fecha.
Yo fui un bebé de los 80, una época si no “rupestre”, sí mucho más análoga que en la que hoy vivimos; más de lo que muchos jóvenes actuales podrían llegar a entender. En alguna oportunidad ya les compartí videos sobre cómo los niños actuales ven la tecnología de los 80 y bueno… es realmente divertido ver cómo descubren aparatos que actualmente no están más que en un rincón nostálgico para la mayoría de nosotros.
De la misma forma quiero hacer un acercamiento a las relaciones personales que teníamos anteriormente y a las que se tienen ahora. El amor, sin duda ha cambiado, porque nosotros hemos cambiado la forma en la que nos comunicamos y en la que establecemos relaciones con otras personas. Se pensaría que a mayor comunicación habría relaciones más estables, más sólidas, etc. Sin embargo actualmente sabemos que estamos en una época bastante más compleja para el amor y las relaciones en términos generales.
Sin abundar demasiado en mí, y creo que es parte de la razón por lo que decidí escribir este artículo, acabo de terminar una relación que duró 10 años. Es, como les escribo, probablemente la razón por la que después de un poco más de dos años escribiendo en este espacio, por primera ocasión hablaré un poco desde mis zapatos y sobre la experiencia que ha sido pasar por este rompimiento. Claramente con un enfoque tecnológico y todo lo que ha envuelto en mi experiencia este proceso de mi vida.
Hace 10 años que empezaba esta relación. Era 2005 (tampoco estamos hablando de la prehistoria), usábamos Internet para consultar el correo, buscar en Wikipedia, hacer el clásico copy-paste y estaba de moda chatear en MSN Messenger. Sin embargo el detalle importante aquí son los celulares. En ese entonces Nokia era una marca bastante sólida en el mundo y sus celulares (para mi gusto) eran los mejores. Aunque no eran inteligentes, funcionaban para lo que un teléfono celular estaba creado: hacer llamadas y gastar una pequeña fortuna en mensajes SMS (en ese entonces era nuestro WhastApp, pero considerablemente más caro). Empezar a salir con una persona implicaba varias cosas.
En primer lugar, conocerla y ejercitar el diálogo persona a persona; actividad actualmente en peligro de extinción. Para ser completamente honesto en este momento de mi vida me siento un poco ajeno a abordar a una mujer en un lugar público y mantener conversación. Quizá he perdido práctica, pero también es cierto que la mayor parte de las conversaciones hoy en día se hacen a través de un teléfono inteligente, lo que ha vuelto nuestras relaciones mucho más impersonales y, ciertamente, abre la posibilidad a la interpretación de muchos de los mensajes que se escriben en aplicaciones destinadas a esto.
Hace 10 años que conocí a esta persona, las primeras veces que hablamos (porque sí hablamos) lo hacíamos en persona o por teléfono y por línea terrestre. Esto por supuesto que tenía varias cosas incómodas, como por ejemplo: llamar a su casa y que contestara algún miembro de la familia. Generalmente respondía su papá y era cuando sudabas frío porque había que preguntarle a su papá si la susodicha se encontraba en casa y esperar a que su papá, que ahora sabía que había algún muchachito intenso buscando a su hija, la comunicara conmigo. Hasta aquí ¿qué es diferente? Bueno, ¿cuándo fue la última vez que le llamaste a algún potencial amor a su casa?
En estos días nos evitamos pasar por estos procedimientos y terceras personas, y entonces llamamos directamente al celular o, lo que es mucho más fácil, mandamos un mensaje por WhatsApp que dice algo como: “¡Hola! ¿Cómo estás?”. A partir de ahí ya se inició una conversación completamente diferente, pero con problemas mayores.
En alguna otra oportunidad hablé de las palomitas azules de WA que indican que tu mensaje ha sido leído. Pues ahora vivimos en la constante paranoia del rechazo psicológico… ¿cuántas veces no te has sentido terrible porque mandaste un mensaje, viste que la persona estaba conectada, se pusieron las palomitas azules y no recibiste respuesta alguna? Es un estrés absoluto y terrible. Aunque eso muchas veces está solo en nuestra cabeza, porque no sabemos si nuestro interlocutor estaba en una reunión y no puede responder y no es algo personal contra nosotros. Simplemente las personas tienen otras cosas además de estar pendientes de su teléfono todo el día.
Y hace 10 años no era peor ni mejor, simplemente éramos menos visibles, por así decirlo. No teníamos la facilidad de estar en contacto con nuestro “ligue” (de pronto me siento muy viejo usando estos términos) y por lo general recibíamos mucha más atención porque no éramos uno de las 20 conversaciones que un usuario regular tiene hoy en su día a día.
La maldición de los estatus de relación en Facebook
Hace 10 años que empecé mi relación con esta persona. Facebook estaba lejano a aparecer en nuestras vidas. Lo que en ese momento comenzaba y estaba más o menos de moda, era MySpace: red social que cumplía las veces de un FB mucho más rupestre. También agregabas a tus amigos, publicabas fotos (muchas de ellas de calidad terrible), pero era mucho más inocente que lo que conocemos ahora.
En algún punto de nuestras vidas decidimos abrir nuestra vida privada a Facebook y todas las personas que estuvieran ahí y bueno… tampoco fue algo terrible, pues nos dio la posibilidad de reencontrarnos con personas de nuestro pasado y poder mantener un seguimiento de nuestras vidas que de otra forma sería imposible. Pero también nos trajo infinidad de problemas como el doloroso “estatus de relación” en el que también nos enterábamos de quién anda con quién, quién tronó con quién, quién se comprometió, quién lo que sea…
Y es probablemente (y estúpidamente) una de las cosas más complicadas de cambiar al terminar una relación: es el acto de anunciarle al mundo que “Fulanito” ya no está en una relación con “Sutanita”. Esto inmediatamente desata una ola de preocupación entre tus contactos: “¿Qué pasó?, ¿estás bien? No te preocupes hay muchos peces en el mar. Tú te mereces a alguien mejor”, y cosas similares. Toda esa serie de clichés que uno escucha al terminar un noviazgo o, peor aún, un compromiso.
Para fines prácticos yo me ahorré esto última porque en estos 10 años tuve que pasar por ese “walk of shame” digital y cambiar mi estatus un par de veces en el camino hasta que simplemente dejé de actualizarlo, ya que psicológicamente representa una carga importante que no tiene caso y no deseo compartir públicamente. No me puedo imaginar la pesadilla que habría sido tener que modificar mi estatus esta vez de “xnacs está comprometido” a un “xnacs ya no está comprometido”. Simplemente es algo que decidí ahorrarme desde hace ya algunos años.
Pero Facebook no solo tiene ese lado negativo. Esta bien, terminó mi relación, pero ¿y ahora? ¿Es momento de eliminar a mi ex de mis amigos? ¿Tengo la suficiente madurez para darle seguimiento a su nueva vida? Es una pregunta que cada quien responde a su manera. Sólo digamos que sí es muy complicado ya no estar con una persona repentinamente y seguir viendo sus fotos, sus nuevas amistadas, sus nuevas relaciones, etc… Aquí cada quién tiene una opinión. En realidad yo, por alguna razón, prefiero tener esa visibilidad y aprender a vivir con eso, en lugar de ignorar esa realidad, porque yo soy así.
En mi próxima entrega hablaré sobre este tema y sobre otras aplicaciones sociales como Tinder y Happn.
Como siempre, me gustaría saber tu opinión sobre este tema, deja un comentario o sígueme en Twitter.
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